Como dice el refrán, siempre es mejor prevenir que curar, y es que es bien cierto que la detección temprana de las enfermedades aumenta notablemente las probabilidades de superarlas con éxito, por lo que es importante que aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo y que prestemos atención a todo aquello que se salga de lo normal: desde síntomas leves hasta dolores más fuertes.
En el caso de las enfermedades renales no siempre resulta sencilla la detección temprana de los problemas, ya que en muchas ocasiones los síntomas más claros no aparecen hasta que el fallo renal está muy avanzando; no obstante, sí que siempre nos encontramos con pequeños indicios que pueden alertarnos de estos problemas en sus etapas más tempranas, como la pérdida de apetito, malestar general, cambios en la tonalidad de la orina, resequedad de la piel, erupciones cutáneas, picores, náuseas y dolores de cabeza recurrentes.
En etapas más avanzadas es habitual que comiencen a aparecer también síntomas como hipertensión, dolor en la zona lumbar, incremento de la frecuencia con la que orinamos, sabor metálico en la boca, mal aliento e insomnio. Aunque no hay alertarse, ya que son síntomas comunes a muchos otros problemas que no tienen por qué revertir siquiera importancia, es bueno que llegados a este punto acudamos al médico para que nos haga un chequeo y nos de una valoración más certera sobre nuestra salud.
Causas del mal funcionamiento de los riñones
Entre las causas más habituales que pueden alterar el buen funcionamiento de los riñones encontramos las siguientes:- Enfermedades tan comunes como la obesidad, la diabetes, la presencia de cálculos o piedras en los riñones y la inflamación de la próstata.
- La mala alimentación, donde prima la ingesta de alimentos ricos en grasas y azúcares y no en nutrientes o fibra, sustancias básicas para el correcto funcionamiento del organismo y la expulsión de las toxinas.
- No beber la cantidad suficiente de agua al día. Ten en cuenta que además de ayudar a mantener una correcta hidratación en nuestro cuerpo, el agua nos ayuda a disolver y expulsar las bacterias y toxinas del organismo, por lo que si no bebemos lo necesario, estamos contribuyendo a evitar su eliminación.
- Infecciones bacterianas provocadas por contacto sexual y/o una higiene deficiente.
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